Era una noche solitaria, no había nadie en la calle excepto nosotros dos, una noche nublada y oscura. Los dos estábamos sentados en el portal cuando empezó a llover, no quería que se fuera, no quería que cogiera su moto a las 2:00 AM con la lluvia cayendo, para volver a casa. Le necesitaba ahí, conmigo en mi portal, haciéndome cosquillas cuando me porto mal y besándome la frente cuando me hago daño. Y ahí estaba él, con su resplandeciente sonrisa que destacaba entre la oscuridad, con sus perfectos ojos mirándome, acariciándome la cara y suavemente bajando por el cuello. Esperaba junto a él, esperaba a que parara de llover, pero no paraba, apretaba, cada vez llovía más y más, era como si el tiempo creyese que no debía irse de mi lado, hizo llover para retenerlo conmigo durante unos minutos más. Se fue, cogió la moto, y me dijo que en cuanto llegara a casa me llamaría, esperé, miraba el móvil asustada a cada minuto, no podía quitar la vista de encima, y entonces, sonó, contesté, y una dulce voz, SU dulce voz, me dijo: Buenas noches princesa:) Desde aquella noche, amo a la lluvia por la sonrisa que me regaló.
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